16/9/09

CALLE DESIERTA:



Mi alma está rota y mi corazón traspasado por una lacerante daga envenenada por el engaño y la traición. Mi alma está fragmentada en mil pedazos, como si fuera un puñado de cristales rotos esparcidos por el frío suelo; y el dolor de mi corazón es insoportable. ¡Qué crueldad!

Fuera, no es mejor: un mundo rebosante de engaños, brutalidades y envidias, maldad y tiranías, donde lo que importa a la gente es pisotear y aprovecharse de los demás. Que ironía, cuando luego, éstos mismos, tratan de apaciguar sus manchadas mentes revistiéndolas con la espiritualidad y las buenas intenciones.

Mi cuerpo vaga errante por este mundo de calles desiertas repletas de gente. Pasan a mi lado ignorándome, sin siquiera percatarse de que existo, trato de llamarles y de gritarles, incluso me interpongo en su camino para obstaculizar su rumbo incierto, pero de nada me sirve, me esquivan sin dedicarme una fugaz mirada. Me decido y me lanzo de nuevo a interceptar sus rumbos. Miro sus ojos y están vacíos, miro sus rostros y veo la ausencia de emoción: es un mundo gris, sin vida.

Trato de imitarles, seguir sus caminos hacia ninguna parte, pero no puedo, aún así no consigo llamar su atención, es como si yo no existiera; aunque, quizás, es porque no deseo parecerme a ellos en su inexistentes y engañosas vidas. Me paro en la calle desierta, me llevo la mano a mi dolorido corazón, victima del engaño y de la traición, y me doy cuenta de que él, mi corazón, es el único que no me ignora.

Málaga 14 de septiembre de 2009 cuando son las 1:03 de la noche.

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