16/9/09

EL ARROYO DE LA VIDA:


Cada día de mi solitaria existencia veo fluir las aguas del arroyo, que impasible e ignorante de mi presencia, sigue su curso con crueldad.

Me he sentado en su húmeda orilla; la he mirado con deseo y ternura; he extendido mis brazos para abrazarlo, pero todo ha sido en vano. Ha seguido su curso. Solo me consuela el haber posado mi reflejo sobre su turbulenta corriente.

Que crueldad la del arroyo, que frío su fluido líquido, que rápida su marcha. Y mi alma, desde su orilla, grita por un momento de calma.

Veo con impotencia como las demás almas se sumergen en sus aguas, la abrazan con calidez, y se dejan arrastrar por su impulso. ¡Ya se marchan! Gritó con desesperación: ¿Por qué se me niega tal derecho? ¡Yo también quiero sentir la corriente del agua sobre mi piel! ¿Qué me hace ser diferente a las demás almas? Respiro, siento, y mi corazón late en el interior de mi cálido pecho… ¡Quiero ser parte del Arroyo!

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