16/9/09

LA ROSA:


Dentro de mi jaula, fría y solitaria, mi vida trascurría.
Con el paso del tiempo se iban marchitando los mejores años de mi existencia
para nunca regresar; una existencia insulsa y anodina, quizás la peor de las pesadillas.

Dentro de la jaula divisaba un mundo en movimiento, maravilloso y variopinto, del que jamás podría ser partícipe. Todo me parecía hermoso: el Sol, el aire, el viento; incluso el sonido perfecto del agua. ¡Dios que maravilla la creación!, pero luego volvía a ver los barrotes de mi jaula. La tristeza regresaba.

Un día inconcreto, ahora perdido en las inmensas brumas del tiempo, pero que sigue martirizando todos mis presentes, creía encontrar la esperanza que tanto anhelaba. Dentro de mi jaula, sin saber cómo ni por qué motivo, apareció una flor. La creación más perfecta del universo: la Rosa.

Por unos instantes me sentí dichoso, feliz y pletórico. Cada instante, una eternidad, la contemplaba, mimaba con todas mis fuerzas y por fin supe lo que era una sonrisa. Mi universo estaba, ahora, completo, y la jaula ya no me importaba. Cada noche deseaba con fuerzas que la luz del siguiente día volviera a renacer para contemplarla.

Pero el destino es traicionero, perverso y malvado. Cogí la Rosa, la abracé con amor y ternura, empapándola con mis sentimientos de cariño, y ella me correspondió atravesándome el corazón con sus innumerables púas, tan duras y afiladas como el frío puñal.

Dentro de mi jaula, fría y solitaria, cada día que trascurre sigo pensando en esa flor, pues cada intento por olvidarla es en vano. ¡Cruel destino!

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